4.2.09

Estado, violencia y poder




Edgardo Pablo Bergna
Maximiliano Basilio Cladakis

Hace unos días el diputado Agustín Rossi fue atacado en la provincia de Santa Fe por un grupo de “productores” agropecuarios. Una lluvia de huevos, tomates y bosta fue lanzada sobre el legislador. Incluso, ya dentro de su automóvil, no pudo evitar que el vehículo recibiera varios golpes provenientes de la veintena de ruralistas que se abalanzaron sobre él. Con todo, unos vidrios rotos y algunas abolladuras son prácticamente nada en comparación con lo que podría haber pasado.

Sin lugar a dudas, en otras circunstancias, un hecho como este hubiera generado un notorio revuelo. En parte lo hizo, ya que se habló del tema en todos los medios y tanto sectores del gobierno como sectores de la oposición pronunciaron su repudio a la agresión. Sin embargo, lo llamativo es que nadie haya sido denunciado, que nadie, tampoco, haya sido llevado a declarar. Agredir a un diputado de esta manera, pronunciar todo tipo de amenazas, violar la investidura de un funcionario público. Por mucho menos, varias personas fueron sometidas a juicio y luego encarceladas. Sin embargo, no se trataba de cualquier tipo de personas, se trataba, ni más ni menos, que de "ruralistas". Y ser "ruralista" significa poseer poder. Ser el poder, mejor dicho.

Un error habitual es identificar al Estado con el poder. El conflicto entre el “Campo” y el Gobierno lo demuestra de manera muy clara. Si la presidenta o algún funcionario utilizan un tono medianamente decidido durante un discurso eso es considerado un abuso de poder. Incluso, hasta se los llega a acusar de practicar el autoritarismo. Sin embargo, cuando el “Campo” pronunció amenazas directas hacia la figura de la primera mandataria, llegando a afirmar que de seguir actuando de esa manera no cumpliría con los cuatro años de gobierno, no hizo otra cosa que ejercer su derecho, el derecho de los poderosos. Recordemos la vez en que De Angelli fue detenido por la gendarmería y luego soltado a las cuatro horas. Se llegó a comparar a este Gobierno con el nazismo. Pero poco y nada se dijo en los medios de las amenazas que, en los días previos a la votación de la 125, muchos legisladores recibieron de parte de los ruralistas. Es obvio que de las partes en pugna, el Estado es el elemento más débil. Son los funcionarios los que deben cuidarse de los ataques de los empresarios del agro (o de los matones a su disposición), no al revés.

El verdadero poder está en las corporaciones. Las entidades agropecuarias, los grupos financieros, los multimedios, la Iglesia Católica: ellos son el poder real en nuestra sociedad. El Estado es poderoso en tanto represente sus intereses. Es decir, el Estado posee un poder hipostaseado. Por eso es que cuando se enfrenta a dichos intereses se transforma automáticamente en la parte vulnerable del conflicto. Por el contrario, cuando el Estado recorta el gasto público, promulga las leyes de flexibilización laboral, y tantas otras medidas que afectan a los intereses de las clases más débiles, ahí sí es el elemento fuerte, poderoso. En efecto, estas acciones las lleva a cabo en beneficio de las corporaciones. Son las corporaciones las que actúan por medio del Estado.

Marx supo ver muy bien estas cuestiones. A diferencia de Hegel, que concebía al Estado como una superación de las luchas dadas en la sociedad civil, el autor de El capital hacía depender al Estado de dichas luchas. La sociedad es un campo de batalla donde hay oprimidos y opresores. Según el Estado se incline por un lado o por el otro, sus acciones van a ser o bien liberadoras, o bien opresoras. Dictadura del Proletariado frente a Dictadura de la Burguesía. No hay un Estado “en sí”, una “idea” abstracta de Estado. Cuando los liberales hablan de achicar el Estado no hablan sino de realizar un modelo de Estado que sea conveniente a sus intereses: la Dictadura de la Burguesía.

Si bien en la praxis no se han dado modelos puros de una ni de otra, lo que sí podemos observar son cambios en la inclinación del Estado, cambios que se han dado en los últimos años. Ni la Venezuela de Chávez ni la Bolivia de Evo son dictaduras proletarias propiamente dichas, pero efectivamente representan un modelo de Estado distinto a los que regían en América Latina hasta hace unos años. Tanto uno como otro defienden los intereses de las clases más débiles. Para hacerlo, deben enfrentarse a los intereses de las clases opresoras, lo que genera que estas reaccionen de manera violenta (incluso pudiendo llegar al genocidio como en el caso de la masacre de Pando). En este tipo de enfrentamientos estar del lado opuesto al del Estado es estar del lado de la opresión. La violencia de las corporaciones es una violencia opresora mientras que la violencia del Estado (que es, por su parte, incomparablemente menos brutal que la de su antagonista) es liberadora.

Precisamente, en el caso de las agresiones a Rossi, la Federación Agraria sostiene que el gobierno las propició al mantener las políticas que mantiene. Esto no hace sino confirmar lo que vinimos diciendo. Es sabido que la Federación Agraria actúa como socio menor de la Sociedad Rural (para ser más específicos, podríamos decir como su fuerza de choque) y, por tanto, su bandera ideológica es la misma. La Sociedad Rural siempre condenó el uso de armas por parte de las organizaciones guerrilleras. Tanto Montoneros como el E.R.P. surgieron para hacer frente a un modelo de Estado que ejercía la represión a diario, que torturaba en las comisarías, que mataba de hambre a la población. La realización más acabada de este modelo llega con la dictadura del ´76. A partir de entonces el Estado lleva al extremo la política de secuestros, torturas y muerte. Sin embargo, no “tocaba” la rentabilidad de la Sociedad Rural ni de los demás productores agropecuarios; por el contrario la incrementaba aún más. Ahora, la forma actual del Estado no viola derechos humanos, no secuestra adolescentes, no roba bebes, no tortura, pero se atrevió a intentar “tocar” minimamente la rentabilidad de los empresarios del agro. Es bajo esta última forma que el Estado es merecedor de la violencia. El otro, en cambio, el Estado genocida, fue sumamente aplaudido. Y, aún hoy, aunque quizás de manera algo más encubierta, lo sigue siendo. La rentabilidad de los poderosos justifica toda acción y absuelve cualquier pecado.

2 comentarios:

dan dijo...

muy bueno, muy real y seguramente habria mucho mas que decir a cerca de esta gente de dudosa honorabilidad.... EXELENTE..!! buen trabajo muchachos.!!!

Cristaudo dijo...

Muy buen analisis critico hacerca del poder y sus manejos,los felicito la verdad es que el tema dà para mucho mas.
Igualmente tambien siempre es bueno recordar cual es hacerca del macabro rol que cumplio la "Suciedad Rural" a lo largo de la historia de nuestro pais. Un abraso y espero sigan asi