15.1.09

El “Campo” y el policlasismo



Maximiliano Basilio Cladakis


Hoy, jueves 15 de enero, se realizó un corte de ruta en Santa Fe a la altura de Villa Constitución. Uno de los focos del reclamo estaba representado por obreros metalúrgicos de la UOM. Estos se congregaron para protestar por una causa absolutamente legítima: los despidos que, intentando justificarse en la supuesta crisis, comenzaron a realizar algunas empresas En este punto podría decirse que se trataba de una manifestación obrera (había banderas del Partido obrero, incluso). Sin embargo, no era así. No del todo. No se trataba de una manifestación cien por ciento obrera.


El otro foco de la protesta lo representaba la Federación Agraria. Buzzi y su organización también se encontraban allí para hacer oír su voz. Tanto unos como otros, sostenían que las medidas “anticrisis” que el Gobierno estaba llevando a cabo no eran suficientes. Más allá de lo real o irreal de la crisis (hay quienes pensamos que una crisis profetizada se vuelve una crisis efectiva a causa del hecho mismo de ser profetizada), probablemente sea cierto que el Gobierno deba profundizar determinadas políticas para asegurar la rentabilidad de un sector o de otro. Y este punto es fundamental. Dijimos de un sector “o” de otro; el carácter disyuntivo de la proposición es central.


Precisamente el problema reside en que los intereses de la UOM y los de la Federación Agraria no son compatibles. Más aún son contradictorios. La UOM es una organización sindical. Su razón de ser no es otra que defender los intereses del obrero frente al dueño del capital. Es sabido que todos los derechos del trabajador fueron ganados a través de luchas, luchas que, a lo largo de la historia costaron sangre y muerte. El sindicato es el instrumento necesario para estas luchas, es el “aparato” organizativo y de cohesión de los obreros contra la lógica explotadora del capitalismo. La Federación Agraria, por el contrario, nuclea a los propietarios de la tierra, es decir, a los “patrones”. Se dicen pequeños o medianos productores, pero está claro que lo de “pequeños” o “medianos” es un concepto netamente relativo (es lógico que se llame “pequeño” a alguien que tiene mil hectáreas frente a un “grande” que tiene cien mil). Alguien podría decir, sin embargo, que el origen de la Federación Agraria no es este, que, en verdad, ella se arma para representar al campesinado pobre. Esto es cierto. Sin embargo, que algo haya sido una cosa en un momento dado, no significa que seguirá siendo siempre esa cosa que alguna vez fue. La Federación Agraria poco y nada tiene que ver con la defensa de los trabajadores rurales. Es más bien todo lo contrario. Hace unas semanas el Gobierno impulsó la realización del estatuto del peón de campo. Desde 1976 el trabajador rural (o sea el empleado de los integrantes de la Federación Agraria) no poseía una reglamentación que legisle sus derechos. Esto implica que para él no había salario mínimo, ni jornadas laborales acotadas, ni tampoco días libres. Trabajaba de sol a sol por un salario que no llegaba ni por asomo al mínimo legal. Tras la política implementada por el Gobierno, el peón de campo no trabajará más de ocho horas diarias, tendrá un salario estipulado legalmente, el sábado a la tarde y el domingo serán momentos de descanso. La Mesa de Enlace, de la cual la Federación Agraria es una de sus caras más visibles, criticó la medida. Alegaron que eso iba en contra de la naturaleza del trabajador rural. O sea que para ellos la “naturaleza” del trabajador rural es la de un esclavo, la de un animal de carga que no tiene más derecho que el de sacrificar su vida para obtener la máxima ganancia al menor costo para beneficio de los dueños de la tierra. Aunque esto no es una novedad. Cuando Videla eliminó el estatuto creado por Perón, la Federación Agraria aplaudió la medida, lo que significa que no es de ahora que ella ya no es lo que alguna vez fue.


La clase obrera y la Federación agraria tienen intereses enfrentados. Las expectativas de unos contradicen las del otro. La satisfacción de la demanda de los primeros exige un Estado que intervenga en la economía, que regularice la violencia atroz de las supuestas “leyes” de mercado, exige impuestos progresivos, una limitación a la propiedad privada, la implementación de leyes laborales, la reactivación de la industria nacional. Por el contrario, la de los segundos requiere la no intervención del Estado en materia económica, impuestos recesivos, ausencias de leyes laborales, respeto absoluto a la propiedad privada. De Angeli una vez dijo de manera altiva que tenían que abrirse las exportaciones de manera total y que si un argentino quería comer bife de lomo “que pagué ochenta pesos el kilo”. Por tanto, de cumplirse los deseos de la Federación Agraria, los obreros no podrán comer carne. Y muy probablemente, apenas podrán comer.


Dichas cuestiones deberían de planteárselas quienes organizan las protestas de trabajadores en conjunto con la de los empresarios del agro. Así también varias agrupaciones de “izquierda” tales como el MST, el PCR y el mismo PO que a lo largo de este año han apoyado al “Campo”, tanto de manera directa como indirecta. Buzzi tiene una trayectoria en el Partido Comunista, sin embargo tiene una clara conciencia de clase. Y la clase a la que pertenece no es la de los oprimidos sino la de los opresores.


A diferencia de otros marxistas, Mao Tse-Tung pensaba que no sólo el proletariado era una clase revolucionaria, sino que había otras clases que también podían tener un rol importante en la Revolución. En su proyecto entraba toda clase social que respetara dos condiciones: primero, que luchara contra el imperialismo; segundo, que luchara por la construcción del socialismo. Sin embargo, la Federación Agraria está muy lejos de cumplir ni siquiera una de ellas.

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