27.9.08

CIVILIZACIÓN

Edgardo Pablo Bergna

27 de Septiembre 2008

Tras la lectura del hoy retractado ideólogo del neoliberalismo Francis Fukuyama y acaso, también, de Samuel Huntington, se sostiene todavía, el “fin” de todo lo que uno pudiera imaginar como disparador de pensamiento crítico; bajo esas recetas e interpretaciones aceptadas incluso en niveles académicos y distribuidas por distintos medios, desaparecen del discurso del sentido común, del de la opinión pública y del interés general, conceptos como «ideología» e «historia» arrastrando por supuesto otros.

Conceptos tales como «política» y «ética», y todo cuanto tenga que ver con alguna manera de actuar responsable y comprometida, quedan reducidos a hipótesis como «El fin de la historia» o «Choque de civilizaciones»; la primera, disuelta meramente al confrontarla con la realidad factual, la segunda, negando que pueda existir «civilización» en sentido abstracto o solamente religioso liberada justamente de la historia, en tanto que factores ideológicos, políticos y económicos, entre muchos otros, constituyen lo que Huntington le niega a su concepto de «civilización». Al punto que quienes hacen política, en cualquiera de sus comprensiones, se ven obligados ―seducidos― a negar, y por lo tanto, negarse como políticos para trasvestirse de «especialistas en gestión».

El estado actual de la política latinoamericana da cuenta de que la teoría de el fin de la historia hacia un capitalismo global, «globalización», basada en el Estado mínimo y el «libremercado» ha sido cuanto menos prematura, ¿acaso una teoría milenarista que confunde deseo con realidad? a juzgar por lo acontecido en los sucesivos recambios de jefes de Estado en los países de la región, lo que se ve ―si bien dentro del capitalismo― es una tendencia contraria al neoliberalismo de los ´90, con un Estado mas presente y en algunos casos ―esto puede ser discutible― políticas mas o menos «reformistas» o puntualmente, en los casos de Venezuela y Bolivia, un modelo de socialismo sustentado en el desarrollismo y en una Democracia participativa que es clave para la oposición «democrática» en tanto que, es un desplazamiento de las democracias liberales representativas, o mejor, delegativas hacia un sistema donde el referéndum como instrumento de participación es cada vez mas frecuente. Debemos decir, a pesar de Fukuyama, la historia sigue.

Si se pensaba en la «globalización» como una novedosa trama social lejana y censuradora del poder Estatal que cedía su poder a instituciones económicas: FMI, Banco Mundial y grandes empresas multinacionales donde la historia hiciera su acmé; hoy, parece, que frente a los acontecimientos económicos que afectan a Estados Unidos, economía poderosa y promotora del Laisser-Faire, propulsora de la emancipación de lo privado de las garras del Estado y enemiga de cualquier cooperativismo o expresión popular donde sin dudar ve signos de terrorismo, un Estado cuya mayor inversión es del orden militar justamente para proteger intereses económicos de sus socios privados, no llama la atención que frente a un quebranto de la banca de inversión de tal magnitud ―ya se ha hecho antes― salga a hacerse cargo de las deudas de los bancos privados al mejor estilo de nuestro Cavallo. No llama la atención, pero convengamos, es conmovedor como ejemplo del tipo de Estado que desea el mundo neoliberal: que sea mínimo hasta que se haga necesario pagar la fiesta de las grandes corporaciones; es decir, mínimo para ejercer una política social orientada a equilibrar las desigualdades producidas por el «modo de ser» capitalista pero muy activo para protegerlo en los momentos en que necesita una inyección de recursos, cuando ya desgastado, entra en crisis, lo que denominan sin pudor «salvataje estatal a los mercados»

Si la crisis que se atraviesa afecta en mayor medida a países que han establecido tratados de libre comercio con Estados Unidos, en tanto que, «crisis del capitalismo global»; los afecta de manera dramática debido a que sus propias economías los hace dependientes sobre una estructura social ya sembrada de carencias y desigualdades, a éstos se los condena por no haber sabido crecer a la altura de las circunstancias requeridas por el primer mundo siguiendo exactamente las prescripciones de instituciones rectoras como Banco Mundial y FMI. En cambio, Estados que, han optado por alejarse de de las instituciones antes mencionadas y, afectados de manera mas moderada desarrollando economías regionales, en algunos casos utilizando moneda de la región excluyendo la relación con el dólar, también se los condena por estar «fuera del mundo». Uno concluye que estar fuera del mundo globalizado es la barbarie casi en sentido técnico, aún cuando los datos de la realidad demuestren que muchas veces, seguramente no para «los mercados», pero si para los pueblos de esos Estados, sea mucho mas alentador.

En los últimos meses hemos sido testigos, ―aunque en sentido estricto todos participamos― de confrontaciones cuyo núcleo mas fuerte, se vislumbra en la oposición entre dos proposiciones: capitalismo en su versión liberal o conservadora vs. reformismo hacia un socialismo mas o menos diferenciado del capitalismo o procesos revolucionarios en el marco de instituciones democráticas. Con todo, las crisis fuerzan a clarificar las posiciones y defender una postura u otra, ponerse de un lado o de otro, apartándose, tanto de la tan elogiada neutralidad cuanto de los «grises», es asumir que, una posición imparcial lo es, sobre las cosas que no nos conmueven, en tanto que, produce opiniones que no le interesan a nadie y sobre todo, terminan siendo funcionales a grupos privilegiados.

En los párrafos anteriores se dice que «estar fuera del mundo globalizado es la barbarie…» el mundo globalizado, entonces, corresponde a la «civilización»; civilización y barbarie es una vieja antinomia que jamás ha perdido vigencia ni fuerza teórica para explicar ciertos procesos, aunque se le llame «ruralistas», «gente» o «cívicos» es el «modo de ser» capitalista frente a la barbarie: «piqueteros», «campesinos», «populismos» son su contraparte. «La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos» en éstos términos se refería al Gaucho D. F. Sarmiento en una carta a B. Mitre en Septiembre de 1861

La Situación política latinoamericana tiene su foco hoy en los hechos ocurridos en Bolivia, pero situaciones del mismo origen se están produciendo en Argentina, Venezuela, Paraguay solo por citar algunos países. La insolente y obscena manifestación de un sector del pueblo Boliviano en reclamar «autonomía» solo por contar con tierras mas productivas y la devolución de aranceles a la exportación de gas cobrados por el gobierno electo de Evo Morales, quien accedió al poder con un 54 por ciento de los votos refrendado en Agosto con el 62 por ciento, dan cuenta de la corriente de oposición que opera en América Latina, gestionada por Estados Unidos, sin lugar a dudas.

Trazar un perfil de la «civilización» es trazar un perfil de «la gente» en Argentina que apoyó el lock-out agroindustrial y los bloqueos de alimentos, de los estudiantes y clase media venezolana que aplaudió el golpe ―efímero― dado a Chávez en 2002 y ahora de los «cívicos» bolivianos y su responsabilidad sobre la desaparición de 150 «collas de mierda» o del gobierno de Estados Unidos que anunció la suspensión de las preferencias arancelarias para Bolivia. Habrá que trazar un perfil ahora de la «barbarie, encontramos pues, que la «barbarie» son grandes masas de oprimidos beneficiadas por Estados que hacen temblar a la «civilización. No sabemos si a la oposición «civilización o barbarie» llamarla con Rosa de Luxemburgo «socialismo o barbarie», tal vez las notas de la civilización no sean otras que la opresión, y las del socialismo mejorar las condiciones de vida de los «bárbaros»: aquellos oprimidos que son noticia cuando exigen, o se le otorga algunos de sus derechos.

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