8.4.08

Grondona y el hombre de campo

Maximiliano Basilio Cladakis

El domingo pasado Mariano Grondona en su programa Hora Clave dedicó su editorial a la incomprensión del gobierno hacia el hombre de campo. En ella el periodista realizó una descripción del carácter de los habitantes de “tierra adentro” que por momentos parecía querer emular a la hecha por Sarmiento en su inmortal Facundo. La distinción entre el “campesino” y el “citadino”, adquiría en boca del ex compañero de Neustadt, casi un estamento ontológico. “Nosotros vivimos con la necesidad de hablar y de escuchar, mientras el hombre de campo sabe guardar silencio”; “pero cuando él habla, su palabra es siempre una palabra comprometida”; “el gobierno no sabe, no conoce la esencia del hombre de campo”; palabras más, palabras menos, esto era lo que decía, sonriente, Grondona.

Luego de esta caracterización fenomenológica, presentó como invitado de su programa a la encarnación misma del “campo”. De Angeli estaba a su lado y Mariano parecía sentirse como Hegel en la contemplación de Bonaparte (recordemos que el filósofo más reconocido del idealismo al ver al Emperador de Francia dijo:”veo a la idea sobre un caballo”). Luego de los elogios que hubo de dispensarle el anfitrión, el carismático vocero de los “ruralistas” se despacho en un discurso acerca de los padecimientos y sacrificios que implicaba su trabajo. Entre varias de las cosas que dijo hay dos muy memorables. Por un lado, según él, con estos cortes el “campo” demostró que así como puede hacer crecer al país también puede “pararlo”. Por otro, que el martes del “cacerolazo” sus hijos se vieron cara a cara con D’elía ya que ellos viven en la capital, que es donde realizan sus estudios universitarios.

Grondona parecía emocionado con estas palabras. Sin embargo, habría que hacerle recordar que, con respecto a lo primero, lo dicho por De Angeli no es ninguna novedad. El “campo” paró al país muchas veces, es más, hizo que varios gobiernos elegidos por el voto popular cayeran. Los años 1955 y 1976 son pruebas fehacientes de ello. Lo que sí es llamativo es lo segundo, que los hijos del representante del “campo” vivieran en la capital, que realizarán sus estudios superiores en Buenos Aires. Pues, esto no se condice con lo que el “campo” es, o tal vez habría que preguntarse por aquello que se llama “campo”.

Los trabajadores rurales, los peones, cobran 1,40 por hora. Esto es lo que les pagan De Angeli y compañía para que “colaboren” en su sacrificado trabajo. Quien cobra esa suma de dinero es imposible que mantenga hijos que estudian en la capital. La forma de vida, por tanto, de los peones y la de los propietarios (aun siendo pequeños o medianos) no es la misma; sus expectativas no son equiparables, mientras unos envían a sus hijos a la facultad de la “gran ciudad”, los otros tienen suerte si pueden lograr que los suyos aprendan a leer y escribir en alguna escuela rural. A partir de ello, podemos dudar acerca de la representatividad de De Angeli en relación a los trabajadores del campo en su totalidad; más aún cuando los intereses entre propietarios y peones son absolutamente opuestos. Los sueldos miserables que estos reciben implican siempre mayor ganancia para los primeros.

Lo que Grondona y la mayoría de los medios entonces llaman con orgullo “campo”, no es otra cosa que el conjunto de propietarios de la tierra. En este punto no hacen diferencia entre pequeños, medianos y grandes. Nosotros reconocemos que no es lo mismo el que tiene novecientas hectáreas que el que tiene diez mil; sin embargo lo que dicen los medios no difiere de lo que los actores sociales hacen. Pequeños, medianos y grandes, levantan una única bandera; que es en definitiva la bandera de los últimos. Bergna tiene mucha razón cuando dice que los esclavos se pusieron de parte del amo.

Para terminar: una anécdota. El sábado a la noche el programa TVR mostró a un “ruralista” en pleno corte. Este dijo bastante molesto que “la presidenta es de izquierda” y que “hay que pararla, que está yendo demasiado lejos”. Esta es la palabra comprometida de la que hablaba Grondona, y, aunque nos duela, tiene razón; son, como ya dijimos, muchas las veces en nuestra historia que palabras como estas dichas por personas de “campo” como esta se realizaron en actos, en terribles actos, en escalofriantes golpes de estado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

obviamente el que escribio el comentario no es ni vive en el interior, por eso no vale la pena el comentario. el hombre o la mujer que vive tierra adentro, percibe sola lo "bonachón" del asunto. Siempre sintió respeto y una sutil y difícil de explicar "deferencia" hacia el capitalino. Es desde ESE punto de vista que està encarado para el del interior esta reacción ante el gobierno que ya esta tocando lo que no se le toca a un hombre, el orgullo.

Anónimo dijo...

En respuesta al comentario(bienvenido por cierto)de Ximena al escrito de Maximiliano: "Grondona y el hombre de campo", se impone aclarar algunos puntos.

1)Es cierto que el autor "no es ni vive en el interior". "Atenea Buenos Aires" es un sitio de reflexión filosófica y la sección "Agora" está orientada a la reflexión sobre hechos de actualidad política; y de eso trabajamos.La autoridad para tener una opinión a partir de una mirada reflexiva deviene de la lectura y la investigación honesta sobre las circunstancias y no del hecho de pertenecer "al hecho o ser el hecho". De ser así no se podría escribir de casi nada, porque lo que somos no creo sea interés de nadie.

2)En lo concerniente al "respeto y sutil deferencia" hacia el capitalino, debo decir que "respeto" en tanto "veneración, acatamiento y temor" es un "sentimiento" que no se tiene sobre la cosa "en sí" sino, por las consecuencias que devienen de su alejamiento u oposición. Es el hegeliano temor del esclavo hacia el amo.Que el "capitalino" goce de estos atributos es absolutamente falso. Lo que hay es "acatamiento" del pobre al rico, sea éste del lugar que fuere. En el caso que nos convoca hemos visto a pobres "capitalinos" acatando "mediaticamente" a ricos "del interior" que poseen miles de hectáreas.

3)Lo que nos parece es que el conflicto no se sitúa en la mera oposición campo-ciudad, sino en la
reducción de las ganancias de "empresas ligadas al agro" y en la intervención del Estado en asuntos que según la perspectiva "capitalista" en su vertiente mas o menos liberal, no debiera existir.

Edgardo Pablo Bergna