24.3.06

A treinta años del golpe



A treinta años, nuestro repudio a las "bestias". Los expertos en proteger al pais de adolescentes, embarazadas y jóvenes argentinos, que se suponía representantes de "intereses extranjeros". Repudiamos a los alumnos "modelo" en la "escuela de las américas"; aquellos que se arrodillaron en Malvinas ante tropas extranjeras, en tanto que su única instrucción estaba basada en el menosprecio de "lo civil"; demostrado también en el trato al "colimba" --fueron mas crueles con sus soldados, también adolescentes, que eficientes en la batalla frente al enemigo-- Nuestro repudio a los que hoy, balbucean su "repudio" políticamente correcto, aquellos que utilizaron a las "bestias" para proteger sus intereses e instaurar un "modelo" de saqueo y de distribución injusta. Las "bestias", están controladas; el "modelo"está intacto.
Mximiliano Cladakis Edgardo Bergna


Llamado de adentro,
grito de charco,
un montón de dolores ancestrales
que te estallan más allá de la garganta.

Llamado de solo,
grito de espanto,
un montón de antiguos rencores
que te provocan más acá de la injusticia.

Llamado de buscar,
grito de querer,
un montón de manos que dibujan direcciones que
te llevan más adentro de los todos.

Llamado de señal,
grito de poder,
un montón de pechos que se juntan
que te aprietan más o menos al centro del clamor.
Llamado de lucha,
grito de guerra, un montón de fusiles que se encrespan
que te llevan de golpe a la revuelta.

Luis Fabbri
Agosto de 1972 Desaparecido en 1977
fuente http://www.desaparecidos.org/arg/voces/lit/poesia/



ELEGÍA PARA FRANCISCO URONDO

"Puedo estremecer el corazón..."
(F. U.)


En un lugar de América de cuyo nombre quiero
y puedo y hasta debo acordarme -Argentina-,
un hombre soñador, un poeta verdadero
se encontró de repente con la noche asesina.

Era, digo, un poeta que no cayó en la trampa
Del verso huero y vano que se mira el ombligo.
Su verso es una flor solitaria en la pampa,
Testigo del amor y del dolor testigo.

Vinieron como sombras que surgen de la noche
Hasta su domicilio de amor y fantasía.
Amordazado, solo, maniatado en un coche,
Se lo llevaron los que odian la poesía.

Conoció la mazmorra en la que se tortura,
El relámpago amargo, brutal, de la picana.
Eran los enemigos de la literatura,
El torvo polizonte, el bacán con canana,

El que piensa que el mundo está hecho a su medida,
El que hace de la patria un negocio, el milico,
El que siente un profundo desprecio por la vida,
Aquel que sólo tiene sonrisas para el rico.

La noche fue su cómplice. Bajo la luna quieta
Pasaron como sombras por calles clandestinas.
En cárceles de odio encerraron al poeta
Y sembraron el odio por todas las esquinas.

Mataron al poeta, pero no, nadie ha sido,
Nadie es el responsable de los asesinatos.
Por las calles oscuras del más trágico olvido
Se ve pasar la sombra maldita de Pilatos.

Pero yo sé sus nombres: el general Videla,
Galtieri, Agosti, Viola, violadores de sueños,
Que hacen que lo real parezca una novela,
O los crímenes nazis nos parezcan pequeños.

En sus manos cayeron, como en un sueño roto,
Otros cuyo delito fue el del amor al arte:
Alicia Eguren, Gleyzer, Delfor Santos Soto,
Rodolfo Walsh -qué triste- e Irene Bonaparte.

A veces da vergüenza considerarse humano,
Compartir la existencia con el que fue perverso,
Pisar donde ha pisado la bota del tirano,
Saber que estamos todos en el mismo universo.

Se nos fue casi anónimo, se marchó como el rayo.
Nadie sabe bien dónde, nadie sabe bien cuándo.
Aún lo lloran las madres en la Plaza de Mayo.
(Estos versos que escribo también lo están llorando).

Sangre de la memoria, escribo esta elegía
Con mi verso más triste y mi dolor más hondo.
En nombre de la libertad y de la poesía,
Yo recuerdo al poeta Francisco Urondo.

Antonio Casares

24 de marzo de 2006