19.8.06

San Martin: El "porque" y el"ante que" de su lucha

Maximiliano Basilio Cladakis


Hace dos días se conmemoró el aniversario de la muerte de José de San Martín y esto nos debe llevar a la reflexión (al menos en nuestro caso lo hace) acerca de nuestra historia; “historia” no en el sentido de mera observación “impoluta” de lo pasado (llámese historiografía) sino “historia” en el sentido de la posibilidad de horizontes futuros realizados a través de la apropiación y reactualización del pasado por parte del presente, “historia” que nos realiza (y a la que realizamos) como sujetos (valga la redundancia) históricos y políticos.

Sin lugar a dudas San Martín fue el héroe más grande de nuestra tierra. Sin embargo compete el preguntarse por aquello en lo que radica tal grandeza, por aquello propio de la figura sanmartiniana que eleva a esta en forma de una luz tan diáfana como inasible entre la infinita multitud de personajes que conforman la historia argentina.

Hemos dicho que San Martín fue el héroe más grande de nuestra tierra. El héroe es siempre héroe forjado en el campo de batalla, entre los estrépitos del acero y la muerte, arrojado a una tragedia en la que el desenlace está abierto a dos posibilidades opuestas: la victoria o la derrota. San Martín fue un héroe y ; además, un héroe vencedor. Por tanto, tal vez la manera más acertada de responder a la pregunta mencionada sea repensar la lucha en la que cultivo sus laureles. Repensar esto significa repensar el “porqué” y el “ante que” de la lucha sanmartiniana y constrastarlo con el “porqué” y el “ante que” de otras luchas.

Como es sabido por todos el “porqué” de las campañas comandadas por San Martín fue la independencia de las colonias de Sudamérica con respecto a la corona española. Sin embargo, un error común es entender tal cuestión como un simple afán “nacionalista” de librarse del yugo extranjero cuando, en verdad, la misma idea de una “nación argentina” propiamente dicha no estaba aún totalmente delineada. Si bien la libertad, no sólo de lo que hoy es nuestra patria sino también la de toda América de Sur, era la aspiración máxima del hijo de Yapeyú (aspiración compartida con el otro ilustre prócer del hemisferio que fue Simón Bolivar), tal libertad no era algo que se cerrara sobre sí misma. Por el contrario, la libertad solo podía encontrar su sentido pleno dentro de la triada “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Esto se debe al hecho de que San Martín ( al igual que Mariano Moreno y Manuel Belgrano) era un hijo del proceso revolucionario fránces. El año de 1789 fue el año de la Revolución y, por tanto, el de una nueva era para la historia de la humanidad. San Martín era un revolucionario, un estandarte de la cosmovisión en la cual la libertad solo era posible sobre la base de la igualdad, la que, a su vez, tenía como fundamento el reconocimiento reciproco entre los hombres, empatía generada por la fraternidad. La guerra patria de San Martín era la guerra de los pueblos en pos de dicha triada, la guerra de los pueblos en pos de un nuevo mundo y una nueva era.

A su vez, el “ante que” de la cruzada sanmartiniana era el ejercito español. Victor Hugo decía que a Dios le gusta oponer a los contrarios. El ejercito español era, pues, lo contrario en dos sentidos. Materialmente, se trataba de un ejercito de profesionales al servicio de una potencia imperial europea mientras el frente creado por San Martín era algo que podríamos denominar casi como “milicias populares”, armadas especialmente para la gesta revolucionaria. Por otra parte, ideológicamente el ejercito colonialista representaba la opresión y explotación de Europa para con América, así como también las diferencias raciales, las jerarquías aristocráticas y el régimen esclavista. En este sentido España era Aristóteles diciendo que había quienes nacían para ser amos y quienes nacían para ser esclavos mientras América era Rousseau proclamando la igualdad entre los hombres.

Ahora, bien frente a la lucha de aquel que hoy llamamos “padre de la patria” se nos presentan otras incontables luchas a lo largo de nuestra historia, luchas en las cuales también fueron protagonistas las armas pero en las cuales la victoria no se convirtió en gloria sino que acrecentó aún más su infamia. De entre estos nos interesa la mención de dos casos concretos: la “Campaña del Desierto” conducida por Julio Roca y la “lucha contra la subversión” emprendida por la junta militar durante la última dictadura.

El “porqué” de la primera es, sin lugar a dudas, la imagen distorsionada, deforme, repulsiva del “porqué” de la gesta revolucionaria. El objetivo roquista no era sino la consolidación de un “estado nacional”. Sin embargo, dicho estado no era en forma alguna la realización objetiva de la triada que inspiró la Revolución; por el contrario, era un medio por el cual determinados sectores socioeconómicos podían imponer sus intereses. Por tanto, tal estado no era, en verdad, un estado. Por su parte, el “ante que” de la campaña de Roca no se trataba de un ejercito regular ni mucho menos, se trataba de nativos defendiendo sus tierras, sus tradiciones, sus vidas, o sea aquello que el estado debía de garantizar. En este punto, además, se observa algo que lamentablemente se fue repitiendo con demasiada frecuencia a lo largo de la historia: el ejercito luchando contra civiles, contra aquellos que juró defender, en vez de luchar contra el extranjero, contra el que amenaza la soberanía de la patria, el acero militar se levanta contra su mismo pueblo y riega al suelo argentino con sangre argentina.

El genocidio cometido durante la última dictadura representa de manera perfecta el polo opuesto de la las campañas sanmartinianas. Con su “lucha contra la subversión” la junta militar se dispuso a instaurar el modelo neoliberal tal cual los deseos de la “Gran Potencia del Norte”, lo cual trajo aparejado consigo la perdida de la soberanía nacional y la creación de lazos de dependencia con dicho país y con organismos multinacionales funcionales a este. Lo más terrible fue que el “ante que” de esta campaña fueron todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con la desnacionalización del país, y en este “todos” no había distinción de edades, ni de sexo, ni de creencias. Las pruebas nos remiten a “militares” abalanzándose sobre niños, mujeres, ancianos, sin contemplación alguna, sometiéndolos a todos tipo de torturas y vejaciones. Lo que hacía frente al “Ejercito de la Nación” no era un ejercito extranjero (cuando fue así, por aquél mismo periodo, se rindió cobardemente) sino ciudadanos clamando por la triada con la que aspiró San Martín y los demás revolucionarios.

Ahora bien, esto nos demuestra que si bien la gloria alcanzada por el prócer que nos convoca se debe, en parte, a la victoria alcanzada en sus luchas, esto sólo no basta para hacer de alguien “el padre de la patria”. En el simple éxito de una campaña militar no radica la grandeza. Roca y la Junta tuvieron éxito en sus objetivos, sin embargo sus nombres no merecen más que el oprobio y la condena. La razón de la grandeza y de la vileza se encuentra en el “porqué” y en el “ante que” de la lucha. San Martín no solo es grande por su triunfo, sino por lo que luchó y contra quien lucho.